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¿Puede ser un Buen Investigador un Mejor Profesor? Razones por las que la Docencia y la Investigación están Íntimamente Relacionadas.

Por: J. Oscar C. Jiménez-Halla

(El autor escuchaba "World Hold On" de Bob Sinclar al escribir estas líneas)


En septiembre de 2021 fui reconocido y promovido por el gobierno mexicano a la máxima categoría de investigador nacional. Es algo que le estoy agradecido a la vida porque sé que, en mi linaje familiar en este país, soy el primero en lograr tal posición. Pero eso no me motivó a dar un mejor discurso para gloria de mi institución. Mi primera reacción fue tratar de agradecer en mi red social más cercana a mi familia y amigos por ser el pilar más fuerte en mi vida y a quienes consideré de mis profesores que más me ayudaron a llegar hasta ese punto. Luego pensé en que podría yo ser fuente de inspiración para mis estudiantes, sobre todo los que apenas comienzan una carrera en ciencia, en que crean y sepan que pueden lograr superarse más allá de donde yo pueda lograr. Eso también es motivación recíproca para mí. Sin embargo, fuera de ahí, confieso que no me sentí más feliz por ese logro. Un mayor estatus o mejor nivel económico no es lo que de verdad importa vivir. El poco tiempo del infinito que uno vive una larga vida me dicta que esto no es lo más disfrutable en los mundos del espacio tiempo.

En la ceremonia de reconocimiento a la trayectoria de profesores que celebró la Universidad de Guanajuato, donde yo trabajo, el 28 de febrero de 2022, el entonces rector de nuestra Institución Dr. Felipe Agripino dió un discurso para conmemorar el acto. Nos hizo un cuestionamiento que me puso a reflexionar todo un año: ser reconocido como un excelente investigador, con las bondades que eso trae consigo, es además un mayor compromiso. Mientras más arriba estás, debes dar mucho más de ti. Si tu excelencia es superior entonces debe verse reflejada en la formación de estudiantes de mayor calidad. Si estás en el mundo de la investigación y sabes del esfuerzo que se necesita para publicar un reporte científico en JACS, Angewandte Chemie, Science, etc, esto no se compara con el esfuerzo que deberías hacer para enseñar en un salón de clases lo que has aprendido de ese viaje. No, no es nada sencillo, es una labor titánica.


En la práctica docente de los profesores latinoamericanos, hace poco más de una década, se implementó el enfoque por competencias, que quiere decir que el estudiante vaya haciendo su propio conocimiento de manera práctica y significativa para resolver problemas de la vida real y que contribuye al desarrollo integral de nuestros colegas en formación. Se nos pide a los profesores mejorar nuestra actividad docente a través de la estandarización y la transformación para desarrollar una serie de habilidades prácticas en nuestros estudiantes. Hay muchos otros países que adoptan la misma idea y la desarrollan de acuerdo con su contexto socioeconómico, a su cultura y a sus valores. Desde mi punto de vista, ser profesor de otros implica ser el ejemplo, señalar el camino que van a seguir en su vida profesional a futuro y el como enseñamos a pensar influye en como los futuros profesionistas que formamos van a afrontar y resolver los problemas del futuro de la humanidad. He visto que muchos colegas disfrutan mucho ser profesores porque, en ese camino, se aprende mucho más como profesor que como estudiante; otros aprecian muchísimo las muestras de cariño por admiración y los momentos que pasan con sus estudiantes. Yo creo que se ven a si mismos cuando eran más jóvenes replicando lo que hizo su profesor o lo que les faltó y les hubiera gustado haber visto en sus profes. También permítaseme anotar aquí los aspectos inmaduros y vacíos de quienes no aman su profesión: quienes sólo buscan sentirse superiores a otros por ser más jóvenes, quienes buscan lacayos y no la igualdad entre los seres humanos aunque hayamos aparecido en este planeta en tiempos diferentes, quienes aprovechan/confunden el tiempo de convivencia para enseñar como sesión de terapia psicológica para ser escuchados al compartir sus problemas y sacar lo que llevan dentro (no son mala hierba, sólo hierba en mal lugar -como diría Bunbury), o los que solo creen que cumplen con su obligación y satisfacen un deber parándose frente a una pizarra pero ya se sienten derrotados para enseñar. Estos últimos se quejan que les tocan casi siempre malos grupos, aseguran no tener didáctica y les da pereza cambiar su rumbo, y ven estudiantes apáticos, que sólo asisten a clases por calificaciones aprobatorias -al igual que el profesor solo va por su sueldo- y a quienes no se les puede exigir nada porque es meterse en problemas mayores (estos últimos, en México, se les dice barcos que son quienes arreglan la nota del curso, sin importar lo que hayas aprendido, que no aplican la norma de evaluación estrictamente y es super fácil pasar el curso con ellos).


Por supuesto, este escrito no va dirigido a quienes no tienen ninguna pasión por enseñar o quienes tienen una orientación más política por hacer creer que enseñan sino a quienes les interesa leer alguna idea que les pueda ayudar a conseguir la virtuosísima y muy anhelada recompensa de sentirse Mejores Profesores. Y a quienes son unos excelentes investigadores, pero tienen poco contacto con la docencia o no han experimentado la fuerte interacción entre ambas porque la creían nula o inexistente.


UN BUEN PROFESOR ES UN EXCELENTE INVESTIGADOR (también se puede decir que un excelente investigador puede llegar a ser un buen profesor). ¿Cómo estamos seguros de tal afirmación? Me he topado con muchos profesores que consideran que su apoyo más fuerte en su práctica docente es la cantidad de bibliografía con la que cuentan (da lo mismo que el material didáctico sean libros, videos, redes sociales, etc) y ajustarse a dominar los temas del curso y explicar a detalle, repitiendo conceptos y/o enseñando a los estudiantes donde encontrar la información pertinente para desarrollar sus competencias, como hemos descrito arriba. Ciertamente, también tuve profesores (pocos) que enseñaban lo que era su profesión; no eran los más versados en la teoría, pero si sabían mucho de la práctica, cosas que ni los libros hacen hincapié. Sea exponiendo lo que se sabe hasta ahora de determinada área del conocimiento o sabiéndote dirigir a las fuentes donde uno mismo, autodidácticamente, investiga, registra y entiende de lo que se trata, no es en la mayoría de los casos suficiente para motivar al estudiante a escoger y desarrollarse en esa área.


El investigador, por otro lado, es una persona creativa y curiosa con un pensamiento crítico y abierto a todas las ideas. Apasionado con aplicar su método científico a lo que se propone estudiar para ver si puede lograr entender, aunque sea un poquito más de lo que hasta ahora se sabe de un tópico. Por experiencia, y estoy seguro todos los investigadores lo han experimentado, cuando has observado y te has preguntado algo buscando su respuesta, después de haberlo investigado y entendido un poco más, surgen muchas más preguntas. Investigar en ciencias es como una hidra con cada cabeza como pregunta; le cortas una y salen más. Pero lo interesante es que un buen investigador tiene el deber y sabe comunicar muy bien sus resultados. Hay ciertos niveles de comunicación: seminario de investigación donde el investigador se reúne con otros colegas para comunicarles lo que ha descubierto en su investigación usando una jerga muy especializada orientada a su ámbito de trabajo; coloquio o charla de difusión científica donde el investigador se presenta a colegas de áreas comunes, a profesionistas y personas afines a la ciencia a disertar sobre los resultados de su investigación usando un lenguaje científico y preciso pero sin necesidad de los tecnicismos de su área; y una charla de divulgación científica dirigida a todo público usando su creatividad y su humor para lograr enganchar a quienes lo escuchan resaltando la importancia de sus descubrimientos dejando de lado detalles muy técnicos y rigurosos. ¿No parece esto muy semejante al lenguaje que usa el profesor en clase para ajustarse a principiantes o estudiantes más avanzados? Porque esta característica de un buen investigador es justamente la que empata con las habilidades de un buen profesor. Ya se entiende por donde voy.


Cuando un científico dedica una buena parte de su vida investigando lo que más le gusta, lo que más le provoca y de donde tiene más curiosidad saber (se le llama “cultivar líneas de investigación”) se va volviendo un experto en esas áreas. Y al dirigir los caminos de otros para que aprendan se va convirtiendo en un director de tesis. Conforme pasan los años sus ideas van madurando, su manera de enseñar a sus tesistas también. Pero es experto en esas ciertas áreas, lo sabe y escribe libros para resumir todo lo que ha aprendido hasta ahora. Pues yo afirmo que si has llegado hasta este punto como investigador porque te gusta lo que haces, solo falta un salto más: pasar del texto científico especializado a comunicar en una cátedra dirigida a principiantes toda esa información. Y que esa misma pasión por investigar y entender otras facetas de nuestra realidad también debe ser equivalente a comunicar y enseñar lo que hemos aprendido a los más jóvenes. Es lo que hace exitosa a una civilización que perdura siglos y evoluciona. Aunque sé que este último paso muchos colegas se excusan peregrinamente con que no tienen didáctica o paciencia para transmitir lo que saben hacer. Sin embargo, yo afirmo que la docencia y la investigación hacen una sinergia, son posiciones complementarias. Cuando aprendes, no puedes abstraerte más allá de lo que se puede y dar un salto si primero no lo enseñas y lo compartes. Porque cuando lo transmites esto te hace reflexionar por otro camino que no habías tomado antes y te abre nuevas perspectivas e ideas. Yo he tenido ideas nuevas y he resuelto casos mecanísticos de moléculas cuando he salido de una clase que me he esforzado mucho en preparar y dejando estudiantes emocionados en el salón. La docencia retroalimenta a la investigación y viceversa. La docencia es el escenario de ensayos donde el investigador prueba tratar de convencer a otros a través de su lógica y sus evidencias; donde se hacen preguntas -en muchos casos difíciles y retadoras de contestar- y se pide al público intentar descifrar el enigma despertando su curiosidad y motivando a perseguir las respuestas a futuro. Y la investigación es la puesta tras bambalinas de lo que se prepara cuidadosamente para hacer enloquecer al público en escena más tarde. O sea que los dos forman parte de un juego. Como hacían sus demostraciones científicas al público los eruditos de la época romántica en Europa. Y por si esto fuera poco, considera que todo lo que se investiga y publica en estos días, aparecerá en un libro mucho tiempo después. Lo que se enseña en aulas está desfasado con los nuevos descubrimientos que se hacen día a día; solo los estudiantes de posgrado que se empapan de la bibliografía más habitual están actualizados. Así que un investigador, además de dar a conocer sus descubrimientos a diferentes niveles de la sociedad, debería incorporar en sus clases lo nuevo que se sabe para evitar esa descompensación de conocimiento fresco a los más jóvenes. ¡No podemos esperar a que salgan esos libros el próximo año (en muchos países hablamos de varias décadas)!


En mi caso, entendí que una condecoración como investigador me obligó a balancear mi nivel como docente. Tomé lo más significativo de los artículos que he publicado, de lo que le he aprendido a mis mentores y a mis colaboradores, y me puse a diseñar un nuevo curso que no existiera en mi Universidad. Resumí y pulí como pude y abrí una nueva materia (Química del Bloque p). Pero, en impartir ese contenido, me di cuenta de lo mucho más que necesito investigar. Para que sea una clase de calidad, debo publicar investigación de calidad. Y que, mientras más preparado esté con la literatura que voy actualizando año con año para mostrar en clase, más fácil es escribir un artículo de investigación. Al seguir haciendo investigación me voy dando cuenta de los huecos que necesito llenar en clase. El dúo docencia-investigación se presenta como un circulo vicioso y que cuando hago más fuerte a uno, este lo transmite al otro y viceversa.


¿Quieres saber que tan buen investigador eres? Pregúntate que tan buen profesor eres. Esto molesta egos, pero no se puede medir el impacto de tu investigación hasta que no eres capaz de explicárselo a quien apenas comienza.

¿Quieres saber que tan buen profesor eres? Pregúntate que te falta como investigador. No somos realmente buenos enseñando ideas que pertenecieron a alguien más como cuando tomamos lo que nos gusta y lo que sabemos y nos proponemos investigar más para dar un contenido más actual a los estudiantes en clase.



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2 Comments


davidcontlop
Dec 30, 2023

Excelente reflexión Oscar, tan cierto como entender la simbiosis que representa la docencia y la investigación.

Gracias por compartir esta agradable experiencia e ideas para cuestionarse.

saludos.

David Contreras

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misticodenereida
misticodenereida
Dec 30, 2023
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¡Muchas gracias David! Tenemos que reactivar a los excelentes investigadores que no le dan importancia a la docencia, que no procuren solamente a sus tesistas sino también a los estudiantes en las aulas, que no los descuiden porque ellos son los mejores profes en potencia también. Y para animar a los profesores de asignatura más calificados a satisfacer esa curiosidad que alguna vez les ha entrado al dar sus clases, que deben perseguir el camino de la investigación por ellos y por sus estudiantes. Que no se pierda jamás el espíritu del profesor investigador :-)

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